Mientras un piloto intenta reparar su avión averiado en medio del desierto del Sahara, se topa con un pequeño príncipe proveniente del asteroide B 612 que le pide insistentemente si puede dibujarle un cordero.
El piloto comienza entonces a conocer al Principito y sus aventuras en distintos asteroides, los personajes tan raros con los que se encuentra, lo que aprende sobre ellos y la relación tan especial que mantiene con una rosa y un zorro.
-Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde, comenzaré a ser feliz desde las tres.
Un libro que aunque a simple vista cualquiera puede relacionar con un cuento para niños, plantea unas enseñanzas y maneras de vivir que tan solo un adulto puede llegar a comprender. El Principito es muchas cosas, y una historia sin sentido no es una de ellas.
Siempre ha sido discutida cual es la mejor edad para leer El Principito. Y es que no sabes muy bien a quién se dirije el autor, si a los niños del presente o a aquellos que alguna vez lo fueron. De hecho es el propio piloto quien acaba reconectando, gracias al Principito, con aquel niño que fue algún día.
-Jamás ha mirado una estrella. Jamás ha querido ha nadie. No ha hecho más que sumas y restas. Y todo el día repite como tú «¡Soy un hombre serio! ¡Soy un hombre serio!» Se infla de orgullo. Pero no es un hombre; ¡es un hongo!
Cada capítulo narra una enseñanza distinta: la amistad, la madurez, el egoísmo… Pero no es nada aleatorio. Están todas ellas super bien iladas entre sí, haciendo que todo cobre un sentido único.
Me ha encantado.
Su visión del día a día de los adultos, sustituir las cosas que se quieren hacer por las que se deben hacer, la pérdida del niño que se lleva dentro, la importancia de cuidar las relaciones de amistad… Todo.
Un libro que por lo fino que es parece más bien un folleto. Entretenido y fácil de leer, con un simbolismo, valor de personajes e historias simplemente increíbles.
Lo esencial, es invisible a los ojos.
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